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El siglo XIX marca el esplendor minero de la Sierra de Gádor durante la primera mitad del siglo gracias a la explotación del plomo, surgida al amparo de la liberal ley minera de 1825, permitiendo la explotación del subsuelo. La prohibición de exportarlo en bruto permitió una paralela actividad metalúrgica, reflejada en boliches o pequeñas fundiciones artesanales, cuyos restos todavía hoy salpican la sierra. Esta riqueza permitió la reconstrucción de una localidad gravemente afectada por el violento terremoto de 1804, y se reflejará en un esplendor arquitectónico y urbanístico que debemos conocer y disfrutar.
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La contrapartida ecológica será una catastrófica desforestación de nuestros montes (encinas, pinos, esparto… desaparecen como combustible de los hornos) y el emplomamiento de los mineros (el cólico saturnino).
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FUNDICIÓN DE PLOMO DEL PEÑÓN DE LA RATA
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Fundición del Peñón de la Rata. Vista general © Fotografía: Paco Bonilla
Estamos en un paisaje sugerente dominado por la impresionante cresta del Peñón de la Rata. Esta actividad minera de la Sierra de Gádor se diferencia de la visitada anteriormente en el Levante por su larga memoria histórica (se remonta a la Antigüedad), autóctona (ligada a la burguesía local), rudimentaria (boliches con pequeños hornos para fundir el plomo), vetas de plomo a poca profundidad (apenas de 10 a 40 m) y altamente especulativa (grandes campesinos convertidos en especuladores a la búsqueda del negocio fácil).
En esta fundición podemos apreciar en primer término un horno castellano o reverbero del país del siglo XVIII con su estructura cuadrangular troncopiramidal. Detrás reconocemos, de izquierda a derecha, la vivienda del encargado, una nave para albergar los tres hornos ingleses de la fundición, además de balsa, calera y corrales.
Detalle de los restos de las instalaciones © Fotografía: Lorenzo Cara
La chimenea que se levantaba sobre el cortado rocoso y que sacaba los contaminantes humos, además de permitir condensar las partículas de plomo en sus paredes, casi ha desaparecido, aunque se reconoce el alambique o laberinto de galerías ascendiendo por la pendiente de la montaña hasta la chimenea superior.
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FUNDICIÓN BUENOS AIRES
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Su nombre recuerda, sarcásticamente, los nocivos gases de la chimenea, el único elemento que perdura, además del tiro de humo o galería de condensación desde la fundición hasta la chimenea. El resto de las instalaciones es el solar hoy ocupado por esta pequeña barriada de Buenos Aires.
La fundición estuvo funcionando hasta principios del siglo pasado y contaba con varios edificios, como almacén de minerales y carbones, dos hornos ingleses, balsa y diversas dependencias para los empleados. Pero esto es hoy solo recuerdo.
Chimenea de la antigua fundición © Fotografía: Lorenzo Cara
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VIVIENDAS BURGUESAS DE LA CALLE AGUA
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Berja se convertirá en uno de los principales núcleos urbanos de la provincia (pasa de 5.009 habitantes en 1787 a 13.502 en 1887), con el aspecto de una pequeña ciudad que llegó a competir con Almería como capital provincial, gracias a las viviendas levantadas por la rica burguesía local, además de una serie de edificios y equipamientos públicos, como mercado, teatro, casino, plaza de toros o paseos, como el de Cervantes.
El crecimiento del vecindario y el auge de una burguesía enriquecida con la actividad minera determinan la prolongación de antiguas calles, como esta del Agua (creada por repobladores cristianos en el siglo XVI) hasta el paseo Cervantes. Su nombre recuerda el discurrir debajo una acequia principal que abastece la zona sur de la población. Ahora se convertirá en el escenario privilegiado para que terratenientes y burgueses levanten sus casas-palacio desde el siglo XVIII al hilo de las nuevas expectativas económicas.
Perspectiva de la calle Agua © Fotografía: Pako Manzano
Aquí, efectivamente, podemos encontrar viviendas señoriales del siglo XVIII que deben reflejar la condición social de los propietarios, como refleja el número 57, la casa de los Villalobos. La fachada responde a la tipología barroca de desarrollo horizontal, con vanos recortando limpiamente el muro dentro de una disposición simétrica y clasicista, pero centrándose en la portada como elemento de prestigio, además del uso de la rejería en hierro forjado, con el clásico balcón central en la primera planta, sostenido con tornapuntas de amplio desarrollo. El remate de la fachada es una desarrollada y saliente cornisa.
El interior se organiza en torno a un patio descubierto con galería de madera, similar a otros ejemplos de Fondón y Laujar con la misma cronología.
Vivienda señorial barroca en el nº 57 © Fotografía: Pako Manzano
En cambio el nº 61 refleja una opción más popular y rural, con solo dos alturas y un diseño más sencillo, pero donde destaca la soberbia y rústica puerta tachonada de clavos y encuadrada en un recercamiento cajeado de piedra oscura, que refuerza visualmente la sencilla portada.
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CASA DEL MOLINO DEL PERRILLO (NÚMERO 39 Y 41)
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Quizás constituya el ejemplo más monumental de la arquitectura doméstica y burguesa virgitana surgida al amparo de esa riqueza minera. Su nombre deriva de albergar abajo en la esquina un molino harinero que adoptaba su nombre por una antigua fuente con esta figura de un perro (estuvo allí hasta 1927).
Casa del Molino del Perrillo © Fotografía: Pako Manzano
Es la inmensa vivienda levantada en 1863 por Gregorio Lupión, un rico propietario de minas que promueve este bloque de tres plantas y ático retranqueado, acorde con su estatus económico. Ello se refleja en la caprichosa y rica rejería de forja protegiendo sus numerosos vanos recercados, la piedra caliza y gris del zócalo de base, la esquina o el recercamiento de los huecos o la monumental cornisa de remate. Interiormente un enorme patio de luces, la disposición de variados y bellos suelos de baldosa hidráulica, o elegantes columnas de mármol oscuro sosteniendo el cuerpo de la escalera, potencian el prestigio social de los propietarios. Próximamente será rehabilitado como centro cultural de la localidad.
La rejería tenía una gran importancia en las viejas casonas señoriales, pero ahora alcanza una gran expresividad. La burguesía, en sustitución de la heráldica, encuentra en los herrajes de sus mansiones urbanas un medio expresivo de su nueva situación social y económica, y recurre a espectaculares diseño con profusión de formas curvas, espirales y mixtilíneas. El desarrollo de la técnica del hierro colado abaratará los costes y difundirá aún más su uso.
Detalle de la reja de una ventana © Fotografía: Pako Manzano
CASA DE LOS JOYA (NÚMERO 55)
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Pocas veces un hotel esconde un rico pasado. Perteneciente a la familia Joya ha sido recientemente rehabilitada para su conversión en el actual hotel Casa Palaciega, pero conserva gran parte de original diseño exterior. Presenta tres alturas y cinco huecos por planta, recercados y con arco rebajado de remate, destacando especialmente el recercamiento pétreo de la portada principal y el acceso de carruajes, o las ménsulas que, a modo de modillones, parecen sostener el alero saliente. Son elementos de monumentalidad y prestigio que definen la arquitectura burguesa virgitana.
Hotel Casa Palaciega (antigua Casa de los Joya) © Fotografía: Pako Manzano
- CASA DE D. JERÓNIMO VILLALOBOS (PLACETA DE LA CRUZ, A CONTINUACIÓN DE LA CALLE AGUA)
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Dominando la Placeta de la Cruz se sitúa esta vivienda levantada por el rico propietario de minas Lorenzo Gallardo Tovar (1856-1925), político y senador, que será uno de los líderes del distrito virgitano durante la Restauración. Será heredada por su sobrino Jerónimo Villalobos Gallardo (1876-1948), que dará nombre a la vivienda y desarrollará una intensa actividad política durante el primer tercio del siglo XX como diputado, presidente provincial del partido republicano y alcalde de Berja durante la Segunda República.
El edificio ha sido restaurado recientemente por el Ayuntamiento para albergar distintas oficinas municipales.
La composición de la fachada responde a los modelos burgueses de organización en tres niveles de altura (zócalo, cuerpo central de pisos y cornisa), altura decreciente de los huecos, y distribución regular y simétrica de los vanos con arreglo a los criterios clasicistas del momento.
La majestuosidad de la vivienda se subraya al contar con un jardín cerrado con un alto muro, que individualiza y aísla el inmueble, con acceso trasero para carruajes y servidumbre.
Casa de Jerónimo Villalobos © Fotografía: Pako Manzano
El interior se organiza en torno a un monumental casetón o patio de luces, con una enorme galería perimetral en la planta alta, sostenida por cuatro soberbias columnas de mármol negro de Balsaplata en las esquinas, que aportan una innegable solemnidad y representatividad a la vivienda.