PAISAJE MORISCO Y VISIÓN DEL CASTILLO DE INIZA
Pocos paisajes pueden presumir más que este de Paterna de su relación con el pasado hispanomusulmán y la profunda huella morisca. Nos remontamos a una colonización yemení y de gentes del Atlas acostumbradas a la dureza del territorio, creando ese escalonamiento con casas de piedra, con techo de launa, semejante a poblados del otro lado del Estrecho, en un profundo barranco encajado al pie de la sierra y en la falda sur del Morrón del Chullo (2609 m de altura), con su manto blanco en invierno, en una pendiente del 70%.
Vista general de Paterna del Río con su paisaje aterrazado de herencia hispanomusulmana. © Fotografía: Pako Manzano
En la Edad Media cada núcleo de población era centro de un linaje, formado por los descendientes de una persona de prestigio y practicaban la solidaridad entre ellos. Paterna estaba dividida en cuatro barrios, con servicios comunes de mezquita, agua, bosque y ganadería.
La contemplación de este paisaje y la panorámica general sobre Paterna del Río la debemos hacer en una parada frente al casco urbano, al otro lado del profundo barranco y antes de acceder a la localidad, en una amplia anchura a aproximadamente un km de la localidad.
Al fondo y a la izquierda del caserío podemos reconocer el castillo de Iniza, que domina una amplia zona que se extiende por la Alpujarra media y el río Alcolea. La plataforma sobre la que se asienta tiene planta romboidal; una torre con aljibe ocupó su centro en el siglo X. A levante se extiende otro recinto mayor, construido en la segunda mitad del siglo XII.
TRAMA URBANA E IGLESIA MUDÉJAR DE SAN JUAN EVANGELISTA
A distancia, al otro lado del profundo barranco, reconocemos una trama urbana de pueblo blanco alpujarreño de volúmenes puros, terrado plano de launa y una orientación preferente al Sur. El caserío está dominado por la altura sobresaliente de la iglesia y se adapta al escalonamiento en pendiente de La Alpujarra. Todo son sensaciones de luz, color, agua y paz.
El elemento patrimonial más sobresaliente es la iglesia de San Juan Evangelista, uno de los mejores ejemplos de arquitectura mudéjar almeriense. El mudéjar representa la herencia musulmana que se resiste a morir. Es el estilo genuinamente hispánico por excelencia, de síntesis entre o musulmán y lo cristiano, sencillo, funcional y bello. Por todo esto, a la par que por ser fruto de un profundo y real mestizaje cultural, que la política no fue capaz de desarraigar, tuvo una larga pervivencia entre nosotros.
Volumen exterior de la iglesia de San Juan Evangelista. © Fotografía: Pako Manzano
Consiste en la síntesis de elementos constructivos y decorativos cristianos y musulmanes, con una utilización de técnicas, materiales y mano de obra fundamentalmente musulmana, mientras su religión fue permitida (mudéjares), y moriscos después de la conversión forzosa. Los materiales y sistemas constructivos son de raíz hispanomusulmana: ladrillo, mampostería, yeso, madera..., como materiales autóctonos, sencillos y de tradición popular. Tendrá una amplia difusión por la baratura de los materiales, la rapidez de ejecución y el menor coste de la mano de obra morisca.
Esta iglesia fue construida entre 1541 y 1548 y es excepcional la conservación de su armadura original, no destruida durante la sangrienta rebelión morisca de 1568. Responde al modelo de iglesia de tres naves separadas por pilares rectangulares, con capilla mayor independiente y avanzada, que crea un interior espacioso de planta basilical.