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Muestra un solar excepcional, pues estamos rodeados de huertas, secanos y una masa forestal, lamentablemente esquilmada por las talas abusivas de la minería reciente.
Sus antecedentes medievales nos hablan de una organización en barrios, cuya huella nos ha llegado hasta hoy con la actual división en Judería y el Barrio Alto, un aljibe comunal para abastecimiento del pueblo (ocupado por el solar del Ayuntamiento), y una fuente, hoy el Pilar de los Tres Caños.
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IGLESIA DE NUESTRA SRA DE LA MISERICORDIA
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La antigua alquería islámica de Almócita disponía de una mezquita, levantada en el solar de la actual iglesia y cerca de la fuente de Los Tres Caños, cuyas aguas servirían para la ablución o limpieza ritual de los fieles antes de ingresar en el recinto sagrado musulmán. En el verano de 1500 los mudéjares fueron convertidos forzosamente en moriscos. En 1501, al crearse la diócesis granadina de la que dependían todos los pueblos de La Alpujarra, la antigua mezquita se consagró para el nuevo culto cristiano.
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Fachada exterior de la iglesia parroquial © Fotografía: Pako Manzano
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Los graves daños causados por el violento terremoto de 1522 obligaron a levantar una nueva iglesia hacia 1530, quemada durante la rebelión morisca de 1568. Aunque fue reparada con posterioridad no presentaba una fábrica estable y era pequeña para el número de fieles, por lo que en 1700 se inicia un nuevo templo, consagrado en 1703 por el arzobispo de Granada Martín de Ascargorta.
La obra constituye una novedad en La Alpujarra por su fábrica de sillares de piedra y cajones de mampostería, coronándose por una moldurada cornisa de cantería. La estructura interior responde al modelo generalizado de las iglesias mudéjares granadinas, apta para las pequeñas poblaciones, de una sola nave rectangular y capilla mayor diferenciada mediante un arco toral con contrafuertes exteriores.
Las sencillas portadas también corresponden al Barroco: la principal presenta un arco de medio punto, enmarcado por molduras y encima una hornacina entre aletones, con el anagrama de Ave María; la lateral es más esquemática.
La nave perdió su cubierta original a comienzos del siglo XX, lo que dio origen a este patio descubierto de acceso, conservándose únicamente la bellísima armadura cuadrada de la capilla mayor, con una estructura de limas mohamares, cuadrales dobles en las esquinas y el almizate apeinazado con lazo de ocho. Todo un lujo para el patrimonio histórico de La Alpujarra.
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Excepcional armadura de limas moamares cubriendo parte del interior de la iglesia © Fotografía: Pako Manzano
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La iglesia sufrió duras vicisitudes durante los siglos XIX y XX. El terremoto de 1804, la tormenta de 1838 y el abandono de tan singular construcción, explican el derrumbe de la nave de la iglesia.
Durante la Guerra Civil el templo fue saqueado y convertido en almacén, por lo que la Dirección General de Regiones Devastadas proyectó una reconstrucción, no realizada, en la inmediata posguerra. En 2001 la iglesia fue incluida en el Catálogo General del Patrimonio Histórico de Andalucía como bien cultural y se restauró la magnífica armadura de la capilla mayor, mientras se aguarda una futura rehabilitación integral del edificio.
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ALJIBE LAVADERO
Estamos ante el antiguo lavadero, una de las instalaciones hidráulicas más antiguas de La Alpujarra. En realidad es un aljibe que podemos remontar a época nazarí, que servía de depósito de agua para la fuente contigua.
Antiguo aljibe lavadero, bajo el actual Ayuntamiento © Fotografía: Pako Manzano
Cubierto con su primitiva bóveda de medio cañón levemente apuntada, su origen se remonta a la necesidad de garantizar el abastecimiento de agua a la población musulmana y asegurar la limpieza ritual antes de las oraciones. A principios del siglo XX se instaló un lavadero en el interior (recientemente reformado), y posteriormente se construye sobre el solar la actual Casa Consistorial.
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ERAS DE LAS HAZAS Y MIRADOR
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Desde la parte más baja de la Placetilla de Los Polos, parte el camino del Escurrizo que conduce al camping municipal. Continuando el camino, un pequeño paseo nos acercará a las recién restauradas grandes eras comunitarias de la población, que nos permiten, además, disfrutar de un espectacular mirador al valle y las cercanas sierras.
Este conjunto está formado por dos eras de trillar escalonadas, con suelo empedrado con cantos, que constituían el punto de partida de la sencilla cadena agroindustrial de transformación del trigo hasta poder disponer de pan y dulces. Las eras se situaban en lugares ventilados, como lomas y collados, disponiendo de una pequeña pendiente para evitar el encharcamiento y rodeados de un pequeño murete de contención del relleno de tierra y para evitar el excesivo viento rasante Hace tiempo cayeron en desuso, pero su ubicación estratégica les permite constituir unos excelentes miradores.
Vista general de Almócita desde la era de las Hazas © Fotografía: Pako Manzano
Observaremos el paisaje hacia el Sur desde este mirador excepcional. Bajo la ladera montañosa, aún reconocemos la silueta del Camino de las Fundiciones Reales, la primera vía carretera de Almería, abierta para dar salida por el puerto de Almería al plomo de las fundiciones reales de Presidio (Fuente Victoria, Fondón) y Alcora (Canjáyar), cuya silueta podemos reconocer en el horizonte, pues mantiene hornos, almacenes y cuadras del siglo XVIII.
El paisaje que nos rodea muestra las características simbólicas y físicas de La Alpujarra: ladera, agua, agreste, incomunicación y aislamiento, hábitat disperso, leyenda, romanticismo, pasado morisco... Estamos ante un territorio cultural, una realidad compleja integrada por componentes naturales y culturales, tangibles e intangibles, cuya combinación configura su peculiar carácter.
Frente al paisaje agreste y extenso de las formaciones montañosas, la vega es el refugio de lo fértil y poblado. Un mundo pequeño pero intenso, lleno de historia, basado en el bancal aterrazado por un muro de piedra seca (balate) y cuya explotación se realizaba de forma directa mediante el minifundio.
En este caso, estamos ante un paisaje morisco, definido por la agricultura intensiva de regadío, introducida por los yemeníes llegados a estas tierras a finales del siglo VIII, que rompe con la tradición romana del cultivo de secano (basado en trigo, vid y olivo).
Este paisaje morisco se caracteriza por el regadío permanente (lo que suponía poder cultivar toda clase de productos durante todo el año), la convivencia de árboles frutales con cereales y hortalizas (ampliando el concepto de huerto) y la introducción de cultivos desconocidos hasta la fecha en Europa.
Berenjena, sandía, limón, naranja dulce, arroz, azafrán, albaricoque, caña de azúcar… fueron algunas de las especies que introdujeron los árabes, traídas del medio oriente y de la India. Pero la que más fama dio a estas tierras fue la morera, para la cría del gusano de seda. Montes de seda llamaban a La Alpujarra los geógrafos árabes del siglo XI.
El paisaje morisco va unido a un hábitat disperso en pequeñas poblaciones cercanas, característico de La Alpujarra, que se remonta a las alquerías islámicas. Una organización social de carácter familiar y tribal, permitía gestionar de forma colectiva y solidaria el agua y el amplio territorio que no estaba cultivado permanentemente.
Vista del paisaje hacia el Norte y Sierra Nevada, con el municipio de Beires © Fotografía: Pako Manzano
La pervivencia islámica es visible en una trama irregular, vertebrada en torno a un eje longitudinal Norte-Sur, el camino tradicional de comunicación entre Beires y Padules. Las calles son estrechas, cortas e irregulares en el trazado. Las viviendas se organizan en manzanas abiertas a los cultivos a través de los huertos. Poblado y vega, blanco y verde, una imagen que todavía perdura en el tiempo.
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BALSA DE LAS ESPEÑUELAS Y MIRADOR
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Enclavada en el desaparecido barrio del mismo nombre, la balsa de Las Espeñuelas es hoy una referencia paisajística del municipio. Construida para almacenar el agua de riego, tras un largo y antiguo pleito entre los pueblos de la zona, constituye el punto final de los caminos del agua.
En sus inmediaciones se levanta hoy el mirador de Las Espeñuelas, un observatorio privilegiado del paisaje que permite identificar los principales hitos de un paisaje singular y cargado de historia. Todo un lujo para nuestros ojos.
Foto 24. Balsa de las Espeñuelas y Sierra de Gádor al fondo
Montaña, ladera y agua, tres elementos ligados al paisaje alpujarreño, confieren ese valor de dureza, aislamiento y belleza al territorio. En el ámbito mediterráneo, y especialmente en La Alpujarra, el agua es fuente de vida, y para aprovecharla se emplearon multitud de procedimientos. Destacan por su singularidad las acequias de careo, que se remontan al pasado islámico y facilitan la recarga de las fuentes con el deshielo. Mediante regueros en la Sierra, el agua se conduce a zonas permeables para que aflore durante el verano.
La fuente del Nacimiento, de Beires, se abastece de dos careos, el llamado de Ohanes, hacia levante y con un recorrido de siete kms, y el otro de Laujar, a poniente y aún mayor. La comunidad de regantes, formada por los vecinos de Beires, Almócita y Padules, subía a Sierra Nevada antes de que lleguen las nieves para limpiar estos regueros o careos.
Beires riega mediante dos acequias. La de Guenchor, por la derecha del barranco, es la más importante y antigua. Conduce el agua al gran depósito que encontramos a nuestro lado, la balsa de Las Espeñuelas o Peñuelas, con una capacidad de 1,5 millones de litros, la principal de toda la comunidad pues regulaba los riegos de los tres pueblos.
El reparto de las aguas entre los tres municipios siempre fue conflictivo. En 1577 hubo que acudir a los tribunales y el pleito duró más de 35 años. Desde entonces, Beires dispone de tres días (desde sábado al anochecer sol hasta martes al amanecer), Almócita (de martes a jueves) y Padules (de jueves a sábado).
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Balsa de las Espeñuelas y Sierra de Gádor al fondo © Fotografía: Pako Manzano