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Dominada por el volumen monumental de su iglesia parroquial, el núcleo urbano está declarado Conjunto Histórico, lo que recoge perfectamente el interés y la belleza de su arquitectura y urbanismo, especialmente durante los siglos del Barroco (XVII y XVIII), cuando la arquitectura civil y religiosa aportan un sello especial a sus calles. El momento más brillante será el XVIII, con un desarrollo económico y demográfico que se proyecta en la trama urbana y alcanza su cumbre en la iglesia parroquial, la “catedral” de los Vélez.
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MUSEO COMARCAL VELEZANO 'MIGUEL GUIRAO'
Aparte de comienzo de nuestro itinerario la visita puede servirnos como presentación de la comarca. Creado en 1991 sobre este antiguo Hospital Real, edificio de la época de Carlos III, sus fondos proceden en gran parte de la donación de la colección Guirao, a las que se suman con posterioridad otras aportaciones particulares..
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Museo Comarcal Velezano “Miguel Guirao”, instalado en el antiguo Hospital Real © Fotografía: Paco Bonilla
Construido en 1765, está adosado a la Iglesia del Carmen, y es de estilo barroco con fábrica empleando ladrillo y cajones de yeso blanco. El interior se configura en torno a un bello patio porticado. Fue ampliado entre 1883 y 1887 y algo más de un siglo después rehabilitado por la primera Escuela Taller de la Provincia. Actualmente alberga, además del Museo, la guardería municipal y la oficina municipal de turismo.
El Museo alberga una completa colección de varios miles de piezas inventariadas que atestiguan la huella histórica desde la Prehistoria, tan importante en la comarca, así como del rico pasado romano y árabe, pues estas tierras albergaron un tramo de la Vía Augusta y durante la época musulmana fue refugio temporal del rey Boabdil tras su retirada del Reino de Granada. Además, se recogen numerosos objetos contemporáneos representativos de la cultura popular en su parte dedicada a la etnografía. En su interior alberga también, desde 2009, el Centro de Interpretación comarcal "El arte y su tiempo". La visita ofrece un recorrido de carácter cronológico por los diferentes estilos artísticos que encontramos en la comarca, incidiendo de un modo especial a aquellos de los que se conservan restos de más envergadura.
IGLESIA DE SAN JOSÉ
Su construcción van ligada al antiguo palacio del Marqués, pues se trató de un proyecto conjunto, ideado originalmente, en 1703, por D. Fernando de Aragón y Moncada y Luna, duque de Montalto, y su esposa, Dª María Teresa Fajardo Toledo y Portugal, VII marquesa de los Vélez, como sede del convento de Santa Clara. En el Archivo Ducal de Medina Sidonia hay varios planos firmados por un tal José Ribera y fechados en la primera mitad del s. XVIII. A lo largo de su historia ha tenidos diversos usos como almacén de cereales de harina, fábrica de fideos y otros menesteres
El tempo y el palacio anejo muestran fábrica de ladrillo con zócalos y portadas de sólida sillería. Consta de una sola nave, muy bella y espaciosa, planta de cruz latina, con capillas laterales en el brazo mayor de poca profundidad, con una elevada cúpula sostenida por los cuatro arcos torales, y anchuroso coro alto. Dispone también de seis capillas laterales y las dos del crucero. La fachada es toda de sillería, de orden toscano, sencilla, pero severa, con amplia puerta de ingreso, hornacina, y espacioso ventanal, sin molduras, para dar luz al coro. En 1936 el ornato del templo desaparece con la vorágine de la Guerra Civil, dejándola sin culto hasta la actualidad.
Fachada de la iglesia de San José en Carrera del Mercado © Fotografía: Paco Bonilla
PALACIO DEL MARQUÉS
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Concluidas las obras del cenotafio previsto para el duque y la marquesa antes mencionados, y a punto de hacerlo las demás (templo), fallece D. Fernando y todo queda paralizado. La comunidad no llegó a instalarse y el hermosos edificio hubo de trocar su primitivo carácter de monasterio por el de casa-palacio, dedicándose a morada habitual del administrador de los marqueses y a residencia temporal de éstos durante las escasas y eventuales visitas que solían girar a los lugares de sus Estados (no olvidemos que estamos en pleno régimen señorial, donde Los Vélez constituían una jurisdicción casi independiente al resto del Estado).
- La misma iglesia y a continuación el antiguo palacio del marqués © Fotografía: Paco Bonilla
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Siempre fue residencia del administrador, hasta que, a finales del siglo XIX, se destinó a casa matriz de la orden religiosa de las Damas Catequistas, que creara su fundadora, Dolores Rodríguez Sopeña, hija de Tomás Rodríguez, un administrador del marqués. Conocemos varias obras de escasa envergadura para acomodo de los moradores durante el siglo XIX y primera mitad del XX. Pero, tras la Guerra Civil, cuando el edificio se dedica plenamente a casa madre de la orden religiosa antes citada y, posteriormente, cuando se reconvierte en gran parte en internado femenino de las alumnas del Instituto de Vélez Rubio, se realizaron importantes intervenciones que, de una parte, transformaron y alteraron significativamente los huecos de la fachada principal a la Carrera del Mercado, y, de otra, se adicionaron dos plantas por la parte de atrás para estancias de las jóvenes alumnas hacia los años 50-60.
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IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN
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Es la obra básica del Barroco almeriense, Monumento Nacional desde 1982 y ejemplo de la evolución de finales del periodo barroco con la etapa neoclásica. Los elementos arquitectónicos barrocos predominan sobre cualquier otro detalle decorativo de época posterior.
El templo, situado en una meseta elevada que domina el caserío urbano y dentro de una plaza escenográfica que potencia la fachada, es el elemento clave del Conjunto Histórico de Vélez Rubio, lamentablemente atacado por el cercano bloque de 11 plantas.
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Fachada retablo de la iglesia parroquial © Fotografía: Paco Bonilla
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Fue construido entre 1753 y 1769 por fray Pedro de San Agustín en sustitución de un primitivo templo mudéjar, y financiado por obligación señorial de construir los templos a cambio de recaudar los diezmos, tal como nos recuerda el monumental escudo de la portada principal, aludiendo a D. Antonio Álvarez de Toledo (1717-1763), X Marqués de Villafranca y los Vélez. Simboliza el poder terrenal encima del arco de triunfo de la portada de ingreso y encima como ático el tema de la Anunciación como poder divino, alusión a la intermediación de la Virgen ante Jesucristo.
La fachada principal está concebida como un retablo, y recoge la tradición de los dos focos de atención de las iglesias barrocas: la fachada principal para atraer al fiel, y el retablo del altar mayor como escenario interior, unidos por el espacio que comunica lo profano y lo sagrado, la materialidad del exterior con la espiritualidad del ámbito interior. Su abundante decoración, con molduras quebradas, frontones partidos, volutas, hornacinas, constituye un auténtico repertorio decorativo del barroco dieciochesco. Se estructura en tres cuerpos, divididos en tres calles por pilastras compuestas en ligero resalte. Entre las pilastras del primer cuerpo, en las calles laterales, existen dos hornacinas que albergan las estatuas de piedra de San Blas y San Indalecio.
En el segundo cuerpo aparecen también otras dos hornacinas con las estatuas de San Pedro y San Pablo, enmarcados por pilastras y coronados por un tímpano partido. El tercer cuerpo está dedicado a resaltar el tema de la Encarnación.
Esta fachada queda encuadrada por las monumentales torres cuadradas con el cuerpo superior octogonal, levantadas en ladrillo, reforzado con piedra en las esquinas en los cuerpos inferiores. Esta técnica constructiva que combina ladrillo con piedra para el basamento y las cadenas de las esquinas, junto con la presencia de placas enlucidas en yeso distribuidas por los paramentos exteriores, constituye un habitual contraste de colores y materiales, característico de la arquitectura barroca velezana.
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Interior dominado por el monumental retablo del altar mayor © Fotografía: Paco Bonilla
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La planta de la iglesia presenta un modelo tradicional ligado a la Contrarreforma y al Concilio de Trento, con una gran unidad espacial y compositiva gracias al diseño de planta de cruz latina de una sola nave con capillas laterales, homogeneidad hoy rota por la circulación entre las capillas sugiriendo dos naves laterales. La nave central está cubierta por una bóveda de cañón con lunetos y las laterales con bóveda de crucería. Sobre el crucero se eleva una cúpula sobre pechinas con tambor octogonal, iluminada con vidrieras, símbolo del cielo.
Los colores juegan un papel importante en la decoración: azul y verde, siguiendo un simbolismo que hace corresponder el azul con el Hijo de Dios y la Virgen, y el verde con el Espíritu Santo.
Pero la obra más atractiva del interior es el retablo del altar mayor, ubicado a manera de escenario triunfal del acontecimiento religioso. Su estructura muestra una interrelación de elementos arquitectónicos, pictóricos y escultóricos en torno a un eje central de simetría. Su funcionalidad es clara tras el concilio del Trento: mover el corazón del fiel hacia el camino del buen cristiano.
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Vista lateral del retablo © Fotografía: Alfonso Ruiz
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Este importante retablo utilizado por Francisco Antonio Testa es claramente barroco en su concepción y estructura, pero con abundantes elementos rococós en su decoración, destacando especialmente su construcción en madera de pino sin policromar y dorar, por la prohibición de la Academia de San Fernando en plena fiebre clasicista y de rechazo de los "excesos barrocos".
Presenta la tradicional organización en sotabanco, banco, cuerpo principal y ático, recorridos verticalmente por tres calles. En el centro del primer cuerpo se halla el altar y sobre él, a la manera de un pequeño templo barroco, el expositor para el Santísimo. En la calle central se abre el camarín con el misterio de la Anunciación. La disposición de los arcos y la decoración de los espejos crean un gran efecto de profundidad y movimiento.
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ÓRGANO
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Es una de las piezas más importantes del patrimonio mueble de la provincia de Almería. Fue construido entre 1770 y 1771 por el maestro Guillermo Denoyen, que recibió 38.000 reales de vellón del obispado y los vecinos del pueblo.
Instalado sobre una tribuna contigua al coro que ocupa el primer tramo de la nave de la Epístola, al interior de esta pieza se puede acceder desde la parte de atrás desde el plano del coro. El órgano fue adosado al muro entre dos pilastras y, para ello, se hizo necesario mutilar parte de la cornisa que recorre todo el interior del edificio y así conseguir encajar el sistema de tubos y cajas de resonancia interiores.
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Órgano de la iglesia parroquial © Fotografía: Paco Bonilla
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CRISTO DE LA CAJA
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El Señor de la caja, como es popularmente conocido, dispuesto en el retablo del mismo nombre, es una imagen de madera tallada y policromada, con carnaciones y estofado en oro en su paño de pureza. Posee articulados los brazos para representar el rito del enclavamiento y del descendimiento en la Semana Santa, así como también es utilizado como Cristo yaciente en el traslado de la cruz al sepulcro.
Ejemplifica perfectamente la teatralidad barroca en la muerte de Jesucristo encarnando una doble función dentro de la semana de pasión, la Crucifixión y el Santo Entierro, que pretende mantener la antigua costumbre de representar, durante la Semana Santa, la ceremonia del Descendimiento de la Cruz y, posteriormente, el Entierro de Cristo, exhibiendo la imagen en una urna a modo de sepulcro.
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Ceremonia del enclavamiento del Cristo de la Caja para ser crucificado, realizado el Viernes Santo por la mañana. © Fotografía: Ramón López Rodríguez
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Se representa a Cristo muerto, como nos confirma la llaga del costado derecho y la nacarada policromía del cuerpo. La cabeza, ligeramente inclinada hacia la derecha, enmarca un rostro que exterioriza el alivio de la muerte tras la pasión. La expresión relajada de las facciones la percibimos reflejada en la boca abierta tras la expiración y los párpados entreabiertos. El cuerpo, rendido por su propio peso, hace que las rodillas se venzan a la izquierda.
El paño de pureza, se sustenta a la cintura por medio de una cuerda, dejándolo entreabierto en uno de los lados. La estética de este atributo, junto a la ejecución de la pieza y la policromía de la misma apuntan a una autoría granadina, que algunos estudiosos han querido ver de influencia de Pablo de Rojas como iniciador de esta escuela.
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SAN ANTONIO DE PADUA
La imagen, instalada en el retablo de la capilla de la Encarnación, a la izquierda del altar mayor, se atribuye al escultor murciano Francisco Salzillo y Alcaraz por una inscripción existente en la peana en la que se aprecia una fecha que podría ser 1748, aunque la misma está bastante perdida. Otros autores como Sánchez Moreno la atribuyen al taller del escultor murciano, posiblemente a su discípulo más destacado Roque López.
Es un grupo escultórico compuesto por dos figuras realizadas en madera tallada y policromada, exentas una de la otra. El San Antonio se representa de pie, en contraposto al colocar su pierna izquierda sobre una semiesfera azul situada en la peana. Esta torsión se ve acentuada con la inclinación del cuerpo hacia adelante y la cabeza ligeramente ladeada. Viste la túnica franciscana marrón de pesados pliegues y característico cíngulo blanco.
San Antonio de Padua, atribuida a Francisco Salzillo © Fotografía: Encarna Mª Navarro
El origen iconográfico de esta representación la encontramos en una visión del santo en su habitación, durante un viaje a Francia. Es un tema tardío copiado del Liber Miraculorum, uno de los temas preferidos de la Contrarreforma, especialmente en la escuela española y la flamenca.
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AYUNTAMIENTO
Formando pareja con la monumental iglesia parroquial en el escenario de la plaza, la Casa Consistorial es en su origen un edificio barroco construído en 1732, aunque fue muy transformado en el siglo XIX. Destaca en él el eje central formado por la portada, el balcón principal y el cuerpo ornamental, que enmarca el escudo de la villa entre volutas y columnillas, todo ello realzado por la utilización de la piedra como material de prestigio típico en la arquitectura barroca civil.
Este noble y antiguo edificio cumplió con holgura y comodidad sus funciones propias, pero a finales del siglo XIX presentaba un estado general de ruina, a pesar de las numerosas obras de emergencia, siendo preciso desalojar sus interior hacia 1899 y proceder en 1908 a una radical y hermosa restauración. Aunque se conservaron rasgos propios de la fábrica original (fachada y parte de su carpintería interior), añadiéndole sólo el escudo (procedente del desmantelado arco de las Puertas de Granada hacia 1909) en el centro de la cornisa, el interior fue enteramente reorganizado y diseñado al gusto modernista del momento. Finalmente, a finales del siglo XX, sufrió una profunda y radical intervención, de manera que los únicos vestigios que se conservan del original son los tres balcones superiores y el pórtico de entrada.
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Fachada del Ayuntamiento de Vélez Rubio © Fotografía: Paco Bonilla
IGLESIA DE LA INMACULADA Y CONVENTO
Fundado por los Franciscanos de Vélez-Rubio en el siglo XVII, dándole el nombre de su fundador de la Orden (San Francisco). Los franciscanos, que desde 1632 establecen un hospicio y residencia en Vélez Rubio, dependiendo del Convento de San Luis de Vélez Blanco, serán los impulsores de esta devoción cuando se establecen en 1685 en unas casas continuas a la ermita y se erigen en Convento independiente en 1689, reformando y ampliando las antiguas dependencias del Hospicio y de la iglesia hasta construir el actual convento e iglesia de la Purísima.
En este se encuentra la imagen de la Purisima que, aunque no es la Patrona de Vélez Rubio (ésta es la Virgen del Rosario), es considerada como la madre de todos los velezanos y despierta gran devoción en todo el pueblo. El monasterio muestra una historia agitada, habiendo sido cuartel de las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia (1808-1812). Después de la Desamortización de Mendizábal (1837) quedó sin uso hasta finales del siglo XIX, instalándose alli la Orden de las monjas Claretianas.
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Iglesia y convento de la Inmaculada © Fotografía: Paco Bonilla
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En la torre de la Iglesia destacan elementos de estilo mudéjar. En la fachada destacan las esculturas con representaciones de San Antonio, La Purísima y de Jesús Nazareno.
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CALLE CARRERA DEL MERCADO Y ARQUITECTURA BARROCA CIVIL
Esta arquitectura civil del Barroco velezano refleja el poder y el deseo de ostentación de los grupos sociales dominantes, así como el gusto barroco por el adorno, la asimetría y los contrastes de colores y materiales.
Se reflejas en grandes mansiones, levantadas en los siglos XVII y XVIII, de aspecto macizo y señorial, caracterizadas en su exterior por sus extraordinarias dimensiones, utilización de la piedra de sillería en portadas y zócalos así como el hierro forjado como cierre de los huecos, ambos como elementos de prestigio.
La fábrica general muestra la combinación del ladrillo con cajones de mampostería encalada. La portada de piedra, con la posibilidad de incrustar un escudo nobiliario como elemento de prestigio, se enmarca con pilastras y entablamento clásico, dando paso a un balcón en la segunda planta. La última planta, normalmente utilizada como cámara para mantener productos agrícolas, presenta una menor altura, a modo de buhardilla bajo la gran cornisa saliente.
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Vista general de la Carrera de San Francisco o del Mercado, escenario de la arquitectura barroca velezana, en una postal de principios del siglo XX
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El interior presenta una irregular distribución, con espaciosos zaguanes de entrada, gruesas puertas de cuarterones y clavos, escasez de elementos decorativos… También se dieron ejemplos de nuevas viviendas siguiendo los esquemas más propios del Antiguo Régimen, aunque incorporando diseños o elementos constructivos, estéticos o artesanales contemporáneos.
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CASA DEL INDIANO
Constituye el mejor ejemplo de mansión señorial barroca de los siglos XVII y XVIII, pero resulta bastante problemático datar la fecha de construcción de mansiones particulares entre 1750 y primeras décadas del siglo XIX, por no disponer de la documentación precisa e incluso porque, a veces, las características arquitectónicas pueden resultar engañosas: la mayoría han sufrido multitud de reformas desvirtuando su estilo original. Presumimos que una gran cantidad desaparecerían a lo largo del XIX, cuando los vecinos pudientes buscan una mayor ordenación y comodidad interior en sus casas, y, desde luego, la vivienda propia del Antiguo Régimen, con dependencias grandes, pero sencillas y frías, no eran precisamente las adecuada al gusto de la época.
En determinadas mansiones velezanas originarias de la segunda mitad del XVIII o primeras décadas del XIX podemos advertir las características constructivas que nos indican el período de existencia. En este caso destaca la belleza y elegancia de la portada, con un generoso recercamiento de los huecos en cantería, lo que contrasta con el resto de obra de la fachada, mezclando el ladrillo con los cajones de mampostería encalada.
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La llamada Casa del Indiano © Fotografía: Paco Bonilla
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Curiosamente, a pesar del enorme influjo que la ideología feudal-conservadora tiene en los habitantes de la localidad, son raras las familias que deciden adoptar un escudo y fijarlo en lugar visible como rango de distinción y "nobleza", de ahí que la arquitectura velezana sea parca en heráldica, a excepción de la señorial. En conjunto, tanto en unas como en otras, su organización interior (aparentemente anárquica) respondía a una doble necesidad como domicilio familiar, pero también, lugar de almacenaje de la producción agrícola, despensa de alimentos y cuadra para animales.
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Detalle de la portada. © Fotografía: Alfonso Ruiz
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Además de las construcciones que aún se mantienen en pie, tenemos constancia documental (gráfica o escrita) de otras viviendas ya desaparecidas que respondían a estos criterios edificatorios y estilísticos, o bien de otras que, aunque transformadas profundamente, apenas si conservan elementos propios del Antiguo Régimen. No obstante, hallamos multitud de piezas (rejería, especialmente por su resistencia) de este periodo dispersas en otras fachadas modificadas o reformadas posteriormente o de carácter señorial o popular.